miércoles, 30 de mayo de 2012

El dólar “blue”, socio perfecto de la canalla


Paraná, 30 de Mayo de 2012

Como si el debate por la Resolución 125 no hubiera sido suficiente para demostrar claramente la actitud desestabilizadora y cuasi golpista del 2008/9, el reincidente y cíclico ataque contra la moneda nacional vuelve por sus fueros.

Es indudable que este modelo de verdadera horizontalidad, donde la redistribución de la riqueza es alta prioridad del Gobierno Nacional, no les viene del todo bien a los fanáticos del mercado y la ganancia rápida, aunque han hecho un buen agosto aquellos que se han asociado al modelo desde la producción, ya que han tenido en el público consumidor un gran socio, más allá del nivel de riqueza que aún permanece en manos de unos pocos.

Es que el núcleo duro de la gran tarea que el Gobierno tiene como rémora, es vencer precisamente ese razonamiento cultural que dejaron como saldo largos años de aliento a la especulación y desactivación del aparato productivo, así como la destrucción lisa y llana de los beneficios sociales, tanto como la educación específica destinada a dotar de personas hábiles a la producción nacional.

Así las cosas, el remate de las empresas nacionales en manos de la especulación, aún en estos días nos hace pagar las consecuencias en vidas, en bienes, en falta de oportunidades.

El razonamiento de los recientemente intervenidos grupos ex concesionarios de YPF era obtener la renta más rápida y llevarla al exterior, sin detenerse a observar que el panorama de reinvención de la economía argentina le aseguraba varios años de negocio cómodo.

En los primeros nueve meses del año 2011, sus negocios aportaron al grupo hispano el 58% de su ganancia global, que llegó a 1.901 millones de euros y permitió equilibrar la caída que sufrió en otras regiones.

Y la declaración del presidente de Repsol desde España es una ratificación de que las ansias especulativas siguen vivas más allá de la expropiación: Si Antonio Brufau asevera con soltura que “Repsol va a esperar el próximo gobierno argentino para negociar la salida del negocio petrolero”, lo que está haciendo es, por un lado, reconocer que no se negocia más como en los 90; y por otro; que hará todo lo posible para que el actual proyecto nacional no tenga otra oportunidad electoral.

Si atamos estas declaraciones con el panorama financiero actual, y le sumamos la aparición de los ilegales “blue”, podríamos con tranquilidad pueblerina inferir que lo que se está alentando es, precisamente, la depresión anímica del pueblo que ha jugado sus esperanzas reivindicatorias hacia este modelo que le permite, al menos, soñar con mejores días.

El economista Eduardo Robba acaba de asegurar, por ejemplo, que la existencia de un mercado ilegal de divisas –como el “blue”-  es alentado por algunos sectores posicionados en dólares como el bancario y el agropecuario (que buscan sólo maximizar su renta), que desean una devaluación del peso, asegurando a renglón seguido que esta devaluación no va a ocurrir y anticipando que “el Gobierno terminará por ganar en pocas semanas esta guerra contra estos segmentos” adjudicando esta aseveración al “alto poder de fuego” que le adjudica al Banco Central argentino.

El final es el principio: a la postre venimos a caer en cuenta que las maniobras especulativas que se dieron alrededor de la Resolución 125 provienen de los mismos intereses que promueven hoy la devaluación, en este caso, como aquel, con el doble propósito de ganar ingentes dineros por un lado y, por el otro, promover el desacuerdo, la abulia y el desencanto de la gente, de la que se sirvieron siempre para ganar el capital que hoy quieren ensanchar con estas tristes maniobras que ya no representan una novedad.

Ya lo mencionamos alguna vez y es oportuno repetirlo: “La capitalización del país es el resultado del trabajo acumulado” decía -en los inicios de su primer gobierno- Juan Domingo Perón. Pero va de suyo entender que si nos roban vía dolarización, aumentos desmedidos de precios, especulación financiera, sobrevaloración de la renta en detrimento de los salarios y hasta del pago de impuestos, nos estarán robando la capitalización del país y tirando al tacho “la grandeza de la Nación para la felicidad de su pueblo”, como ansiaba el inspirador de los vientos que, hoy desde el Sur, soplan en Argentina.

jueves, 9 de febrero de 2012

¿De qué discutimos cuando hablamos de medio ambiente?

Paraná, 7 de febrero de 2012

En las últimas horas, el gobierno provincial ha decidido derogar la Ley recientemente aprobada, para crear un polo productivo arrocero en las islas del delta norte, bajo la administración de una Sociedad Anónima, donde el Estado Entrerriano tuviera la parte controlante y respondiera por la guarda de las condiciones ambientales. Esta decisión fue motivada, según lo expresa la norma derogatoria, por la innumerable y potente repercusión negativa que trajo la, así llamada, Ley de Tierras.

Tal como el mismo Estado interviene en el frigorífico Vizental – Swift, Cotapa, la procesadora de jugos cítricos del norte entrerriano y en la promoción de las alternativas productivas de diversa índole, los que leímos productivamente el proyecto de Ley, encontramos intenciones similares y una sana aspiración de darle a esas tierras improductivas, un sesgo posible de producción sustentable y, al mismo tiempo, que los productores –primer eslabón de la cadena productiva- tengan el menor costo y el mayor beneficio posible, idealismo que, de este modo, parece posible.

El así llamado “ambientalismo” fue, otra vez, protagonista.

Desde ese lugar impreciso, se levantan voces, generalmente ensordecedoras por el calibre de palabras que disparan, que; al mismo tiempo; carecen de explicaciones sensibles que no sea el genérico “cuidado del ambiente” como argumento central de un discurso sin ciencia, sin política, sin alternativa.

Parece, para algunos, al menos, que morir de hambre sea mejor que morirse de cualquier otra manera, no importa cuál.

También parece ignorarse o adormilarse los daños concretos que se hacen al medio ambiente en situaciones similares pero sin control ambiental, ciudadano o estatal, pero desde el sector privado. Más aún, desde los sectores de la empresa periodística –hablando del caso correntino- que gasta más en tinta en acusar a otros (Famatina entre ellos) que en abogados para defender la causa de la que está acusado.

La nueva postura ambientalista podría traducirse: “dejemos de trabajar, de producir, de alimentarnos, porque afectamos al ambiente”.

No queremos antenas, pero no nos dejen sin celulares. No nos dejen sin arroz, pero no tengamos arroceras. Que no nos falte el papel, pero no tengamos papeleras.

El extremismo desde el que se habla y la debilidad de los argumentos sociales que se ponen en juego en esta discusión sin discusión, parece convertir inmediatamente en delincuentes a quienes se proponen una iniciativa productiva, sin dar lugar a una discusión que permita la producción de los bienes requeridos y, al mismo tiempo, la mantención del ambiente sano preexistente.

Esta dictadura argumental pone en el banquillo acusatorio a cualquiera que intente una aventura sin la llamada “aceptación social”, aunque esa discusión vaya a darse en medios no institucionales y quien esté acusado tenga que revertir la acusación de contaminante, frente a la cual no haya argumento científico posible capaz de revertir semejante culpa previamente impuesta.

Ginés Gonzalez García, ex Ministro de Salud de la Nación y actual embajador en Chile, sanitarista reconocido por sus pares en toda Latinoamérica, acaba de asegurar que se gasta más agua en producir un litro de Coca Cola que un kilo de oro y en los hogares argentinos hay, por lo menos, un microondas por cada 4 viviendas, siendo precisamente ese aparato el electrodoméstico que mayor radiaciones no ionizantes produce. Ni hablar de las lámparas incandescentes, cuya repercusión en el medioambiente es el mayor producido por aparatos al alcance humano, porque mayor daño sólo producen las máquinas de rayos X y los elementos radiactivos.

Como en todo tiempo de transiciones históricas, esta etapa es una de esas donde se producirán cambios trascendentes a nuestro tiempo.

Y el tema ambiental será, por cierto, clave en el devenir próximo.

Será tal vez una discusión con menor volumen, con más argumentos, con mejores investigaciones.

Digamos que algo positivo debe tener la siembra de arroz, para que las dos poblaciones más numerosas del mundo, como son China e India, sean los países que tienen la producción más importante, concentrando entre ambas el 52% de la producción mundial y, aunque pueda objetarse el régimen laboral, no se conocen desgracias climatológicas devenidas de dicha producción.

En fin. La producción sustentable necesita una discusión inteligente. El camino de la descalificación y el insulto son pérdidas de tiempo con apariencia de debate, que no llevará jamás a ningún camino concreto.