viernes, 16 de diciembre de 2011

Otra vez la burra al trigo

Concepción del Uruguay, 16 de Diciembre de 2011

Sí, la situación que hoy vuelve a darse, no es muy distinta a la que ya ha pasado en temporadas anteriores. Los productores trigueros y la problemática del “ser o no ser” en la cultura agropecuaria entrerriana: sembrar o no sembrar trigo.

Hace tiempo se viene advirtiendo acerca de la sobreabundancia del grano, pese a las amenazas electorales de que “vamos a tener que importar trigo” y hoy vuelve a estallar en los silos y silos bolsas un exceso de producción de un producto, que ya se sabe, no guarda el valor nutricional que es requerido en el mercado y cuya cotización es cada vez menor en el mercado mundial.

Pero esto no es nuevo.

Como si la contumacia fuera una herramienta de coherencia, los productores trigueros entrerrianos van contra la corriente de sus propios intereses, manteniendo desde hace por lo menos 5 años un perfil estadístico similar en la siembra.

Incluso, en la reunión de ayer en Viale, quedó en evidencia a través de las palabras de uno de sus protagonistas, “sembramos con un precio y cuando trillamos es otro el precio y muy inferior. Esto pasa hace alrededor de 5 años que el trigo no se puede comercializar”, como argumento para pedir  “precio sostén”.

Dicen algunos productores que “el Gobierno no quiere que sembremos trigo”.

Yo digo, sin ser un productor agropecuario, el sentido común me está indicando que: si no hay incentivos para lo que yo quiero hacer, si hay trabas para acceder a mejoras, si el precio internacional cae, si nos señalan científicamente que el producto que ofrecemos no tiene el valor relativo de otros, claramente nos debería hacer pensar que lo que estamos haciendo en alguna parte, no está bien. Que hay que pensar en otra cosa.

Pero veamos cuáles son los condimentos culturales de la producción entrerriana, sobre todo de los orgullosos pequeños y medianos productores de nuestra provincia: Ya desde la poesía, don Jaime Dávalos en su “Canto a Entre Ríos”, la expresa como “dorando trigales, las siestas ondulan soflamas de sol”. Es un sello entrerriano sembrar trigo.

Sin embargo, resulta caprichoso a esta altura de los acontecimientos, insistir con posturas que fueron acertadas en otros tiempos sin querer leer correctamente la realidad. Qué duda cabe que si el trigo fuese negocio los pooles de siembra y los grandes productores estarían sembrando mares de trigo?

Decir livianamente que el crecimiento nacional y provincial en inversiones, nacimiento de pequeñas y medianas empresas, el aumento del trabajo registrado, las alternativas productivas y todo el impulso al acceso tecnológico puede aplacarse porque a los productores trigueros no le va bien, es dialogar con el espejo.

Argumentar la propia convicción como única verdad, es generar una realidad virtual que solo le conviene a quien la expresa.

El fútbol hoy nos da una muestra de esto que aseveramos.

River sigue siendo una gran institución y un gran equipo de fútbol. Pero el mirarse el ombligo de sus directivos tiene hoy –en el devenir histórico- una realidad que no puede negarse. Está en la segunda categoría.

Mirar el contexto, acceder a tecnología, virar el producto, diversificar y referenciarse en las siembras que resultan competencias, puede ser un comienzo de este cambio que, mucho más que económico o productivo, es cultural.

Es cierto que el pequeño productor debe tener a mano la atención del Estado para sus problemáticas. Pero no será menos importante que el emprendedor encamine su horizonte y matriz productiva a resultados más objetivos que su propia mirada subjetiva.

Es indudable que las diversas corrientes culturales de nuestro país, están en discusión. La historia verdadera quiere emerger. El ocultismo, la violencia y las violaciones a los Derechos Humanos ya no son entelequias. Los ajustes sistemáticos se han transformado en incentivos para la producción y las inversiones.

Sin embargo, la memoria guarda todavía a los adláteres del fracaso, cuyo papel quedó plasmado en la antesala del olvido el 24 de Octubre.

La matriz del sector agropecuario necesita y merece una mirada distinta y amplia de sus protagonistas. De lo contrario, las asambleas productivas seguirán discutiendo más en por qué fracasamos  y menos en cómo podemos seguir creciendo.

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