Paraná, 19 de Octubre de 2011.
Hace unos años, ante el desafío de dirigir un importante medio radial, me decidí a realizar un curso de “conducción estratégica”, a cuya primera clase… llegué tarde.
Hace unos años, ante el desafío de dirigir un importante medio radial, me decidí a realizar un curso de “conducción estratégica”, a cuya primera clase… llegué tarde.
El grupo heterogéneo de personas, dirigentes todos de empresas, comerciantes, etc. escuchaba con atención las explicaciones del conferenciante, quien había escrito con letras notables en el pizarrón, la palabra “QWERTY”, recurriendo a ella insistentemente como “el efecto QWERTY”.
Curioso, pregunté a quien estaba dando la charla, qué era el efecto QWERTY, a lo que Mario (así se llamaba quien dictaba el curso) me reprendió amablemente. “Llegaste tarde, Juan, ya lo expliqué. La conducción comienza con el ejemplo. Lo siento, tendrás que deducirlo”.
Me puse con uñas y dientes y sin preguntarle a ninguno de mis compañeros de curso, a tratar de desentrañar el mensaje, encontrando sólo 5 letras en el teclado de la computadora que dijeran tal cosa, ya que ni mi hija, docente de inglés, pudo ayudarme. No existía la palabra.
En la próxima clase, recurrí nuevamente a Mario, indicándole que lo único que había encontrado eran las letras del teclado. Condescendiente, aprobó mi interés y merituó que el hecho de no haberme dado por vencido, merecía la siguiente explicación, que paso a contarles:
“Efectivamente, son las letras del teclado de la compu, y obedece a lo siguiente: Cuando se inventaron las máquinas de escribir (de donde viene la mecanografía hasta la actualidad), el teclado era redondo y las letras principales estaban colocadas en el medio. Quien conoció las máquinas de escribir, saben de sus complejos mecanismos de palancas y enlaces de metal que la componen, por lo que, estando esas teclas principales bajo el mando de los dedos más fuertes de las manos, éstas se rompían sin solución de continuidad.”
“Tal era el problema que a alguien se le ocurrió pensar en cambiar la posición de las teclas, a fin de colocar las letras menos usuales en los dedos más fuertes, y viceversa. De ahí provienen estos teclados que pasaron directamente de la máquina de escribir a las computadoras.”
A esta altura de los acontecimientos, todo es digital y no hay teclas para romper. Es más, ya pululan los teclados “virtuales”, aquellos que, como el IPod, o las Tablets, incluso muchos celulares, directamente se escribe sobre la pantalla. Sin teclas.
Si ahora nada se rompe… ¿Por qué seguir atados a un teclado tan diverso y complejo?
La respuesta es tan simple como razonable, así como sobrecogedora y definitoria: “Si así funciona… ¿Para qué cambiar?”
Hacia 1990 Alvin Toffler se refirió al Poder como un todo de tres partes: La fuerza bruta, el dinero y el conocimiento. La fuerza bruta tiene el límite de la vida. A nadie le sirve un conquistado muerto. El dinero es obvio, todas las billeteras se vacían. Y el conocimiento, es eterno y cuánto más se da, más se tiene.
Algo de eso le sucedió a América Latina.
Nuestra ignorancia o descuido de las raíces que nos hicieron lo que somos, sumada al ocultismo en la generación de una historia “a medida”, más la obediencia lisa y llana de nuestros gobernantes al imperio de la fuerza o a la corrupción propuesta por los países presuntamente líderes. Hasta que tocamos fondo, hasta que se terminó el dinero.
Allí nació nuestra imperiosa necesidad de romper con el efecto qwerty y dar vuelta el teclado de la historia a nuestro favor.
Estoy convencido que ya habría que dejar de hablar de Keynesianismo (pese a que se escribe con K) y empezar a hablar de Latinoamericanismo, que no vendría a ser un método económico, sino una profunda fuente de conocimiento y compromiso para los olvidados, para ponerlos en la portada de los diarios, al frente de los emprendimientos, y al tope de las dignidades.
Y que debemos dejar que los que miran con nostalgia el pasado, sigan pensando que la dignidad genera vagos, o que las chicas se embarazan por dinero (una forma de llamarlas prostitutas).
Dejemos que siga cundiendo en la minoría política más minoritaria jamás conocida por nuestras tierras, el efecto qwerty.
Hasta la próxima.
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