martes, 25 de octubre de 2011

Un ombligo demasiado lejos

Paraná, 25 de Octubre de 2011

Ha culminado con felicidad para el pueblo argentino, un extendido y extenuante periodo de incertidumbre, donde los ciudadanos comentaban en las calles una historia contada desde algunos  diarios, que indudablemente no era la que estaban viviendo.

Los titulares disparaban frases tomadas de la boca de los emergentes opositores o creadas por los propios medios y colocadas en las bocas opositoras, que no coincidían con lo que el común vive hora tras hora.

Como si no hubiéramos vivido el 500% de inflación anual, algún candidato trataba de convencer al electorado que la economía marchaba a la hiperinflación.

Como si no hubiésemos vivido represiones y persecuciones, otros trataban de convencernos que la juventud militante adoraba a Hitler.

Otros, expositores o representantes de los intereses financieros que nos arrastraron por años a la desintegración y los corralitos (versión económica de la desaparición forzada, en este caso, de dinero), nos anunciaban tormentas recesivas, mientras el gasto del argentino medio crecía en los días festivos, y éstos llenaban hoteles y hacían cola en los restaurantes.

Podríamos continuar con esta enumeración, ahora caprichosa, de la manifestación más fabulosa de ineptitudes políticas, que se ofrecían como alternativa a lo que la mayoría del pueblo argentino había tomado para sí, pero que se manifestó de manera brutal en esta oportunidad, más allá que la decadencia propositiva comenzara hace algún tiempo en nuestras latitudes.

Entiendo que el secreto siempre está en los “para qué”.

Uno puede trasladarse de uno a otro lugar, el secreto es “para qué”. Uno puede intentar reflejarse en un proyecto, el secreto es “para qué”. Uno puede levantar muros o destruirlos, el tema es “para qué”.

Y esto fue lo que no entendieron la mayoría de los dirigentes opositores, que desde el inicio de su carrera, demostraron estar disputando solo un retazo de poder, una migaja cada uno, a ver si se lograba resquebrajar al Gobierno de Néstor primero, y de Cristina luego.

Y aunque no hubiera habido –que la hubo- alguna altisonancia desestabilizadora allá por los meses del conflicto rural, cada cual desde su punto de vista, trató de hacerse notar ante un pueblo que indudablemente estaba viviendo otra realidad y no la que le querían imponer.

Ese mirarse el ombligo no les permitió entrever que hacían falta propuestas concretas.

Para responder, por ejemplo, al inmenso caudal de juventud, que utilizando las redes sociales, logró contrarrestar el evangelio opositor distribuido desde la imprenta mediática, mediante recursos simples, como trasladar ideas, contenidos políticos y hasta militancia activa –como las concentraciones para defender la Ley de Medios- acercando a miles y miles de “cyberactivistas” las profundas razones de los “para qué” de un obligatorio conocimiento de qué se estaba debatiendo.

Antes, en pleno debate por la famosa resolución 125, los blogs, correos electrónicos y cualquier otro método informático a mano, fue resquebrajando la escasísima adhesión interesada, hasta lograr que la adversidad política devenida de esa noche, que parecía ganar los corazones “k”, se revirtiera poco después en la razón más poderosa de militancia y mística política.

Porque no se puede seguir cayendo en el facilismo dialéctico, adjudicando sólo a la muerte de Néstor el renacimiento de la militancia que termino ayer por darle una nueva oportunidad a Cristina, ya que, a poco de caer en la derrota de 2009, sobrevinieron la Ley de Medios, el Matrimonio Igualitario, la Asignación Universal por Hijo y otras iniciativas no menos importantes, que pusieron en su lugar a los mentores de las cacerolas de teflón, a punto tal, que el emergente rural Llambías tuvo un estrepitoso fracaso electoral.

Era el botón que faltaba para demostrar de qué modo ya no hay lugar para llevar de las narices a gente presuntamente desinformada a defender intereses sectoriales, cuando se sabe claramente cuáles son los intereses de conjunto.

“La vida es aquello que sucede mientras uno está entretenido en otras cosas” supo decir John Lennon, pero se ve que el arco opositor pasó por alto al Beatle.

No se puede, en definitiva, ganar elecciones propagando lo que NO se quiere. Las elecciones se ganan proponiendo esperanza en futuros mejores, no tratando de decirle al pueblo lo que está viendo. No proponiendo pasados.

El así llamado “arco opositor” construyó la campaña desde su propio cielo, sin escuchar qué intereses tenían aquellos que iban a darle el triunfo o el fracaso. Desoyendo el murmullo, logró un estruendo y construyendo pequeñas mentiras logró, en definitiva, una gran verdad popular que ahora camina sola, sin necesidad de titulares excluyentes ni tutores intelectuales que tienen el ombligo tan profundo y lejano, que ni siquiera logran ver que está vacío.

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