Concepción del Uruguay, 23 de Diciembre de 2011
Suele decir José Lauritto, que los cambios sociales se producen cuando el dirigente se parece cada vez más a sí mismo y lo que cambia es la gente.
Mal que les pese a algunos representantes de los distintos emergentes sociales del país, en muchos campos de la inteligencia argentina el fenómeno del cambio social los ha tomado desprevenidos, los ha descolocado. Acostumbrados a conducir los destinos de la mirada social, no entienden lo que pasa y mucho menos aún, lo que pasará.
Siguen creyendo la mentira que ellos generaron para hacer crecer las verdades relativas que ellos mismos inventaban.
Jamás pensaron, quienes hoy encabezan la oposición, que el voto de los argentinos se concentraría en el deseo profundo, injustificadamente retrasado, justiciero y bienvenido de la devolución de tantos derechos.
De los deudos de la guerra sucia, el derecho a saber las verdades, a desenterrar a los muertos, a ponerle nombre a los “NN”.
De los ciudadanos con opinión, de tener la voz potente a través de una Ley de Medios otrora mercantilizada y fundida detrás de los negociados más oscuros que hoy tienen luz gracias a la nueva concepción de comunicación integral que nos propone la Ley 26.522.
Habiendo manejado el “rodeo de los medios” a través de la patria ganadera, se llevaron la puerta de vidrio por delante y no comprenden que, pese a lo que puedan decir, el stock ganadero se está reponiendo a fuera del cambio cultural del consumo, más que por la decisión de los dueños de las vacas. Esto es decir que, si los argentinos comemos más pollo, más cerdo y más pescado, es porque hemos resuelto tomar en manos propias nuestro derecho de alimentarnos como queramos.
Será a fuerza del aumento de los precios de la carne vacuna, si, puede ser. Pero también puede ser que hemos elegido aprovechar el resquicio y decidir dejar de consumir lo que nos consume.
Es larga la lista, pero, no podemos obviar que es la sociedad, definitivamente la sociedad la que ha tomado las riendas de su vida y, políticamente, comunicacionalmente y de hecho ha impulsado a sus representantes a rehacer el concepto desgastado y obsoleto, así como dependiente y vergonzante que nos ofrecía la burocracia política hasta hoy.
La verdad, tomada a saco por una sociedad hastiada, que hace 10 años atrás pedía que se vayan todos; hoy vuelve por su ser más profundo a pedir que cada vez más se reconozca en cada rostro, en cada pesar, en cada necesidad de ser, el propio género.
En cada preocupación por la salud, hospitales. Para quien busca saber, aulas y escuelas. Para quien no tiene acceso a una retribución, la Asignación Universal por hijo, para certificarle a ese argentinito o argentinita salud y educación, a cambio de la garantía maternal de llevarlo al consultorio y a la escuela.
Si, la sociedad ha cambiado y los que pretenden dirigirla aún siguen buscando algún fracaso disponible que haya en el mercado para endosarle al gobierno, cosa de desalentar, meter miedo, desaconsejar.
Ya vimos que no ha faltado combustible, que nos han anunciado que los fines de semana largo ya no son lo que eran, que nos va a faltar energía eléctrica y gas natural depende de dónde se ubiquen las expectativas del consumo popular. Nada de ello ha sucedido.
Pese al acuerdo del gremio que debe proteger a los peones rurales y la patronal, la que aplaudió a rabiar al “Momo” en la exposición rural en la época del voto no positivo, hoy los peones rurales tienen la posibilidad de salir de la prisión y elegir por ellos mismos. Para ello hubo una Ley del soberano congreso.
Como la hay para democratizar de una buena vez el papel de diario, lo que significa democratizar la palabra, abrir el juego, poder leer el pensamiento profundo de los que hasta hoy tenían vedado el acceso al papel, para que su voz tenga eco.
Pero no, siguen buscando en lo profundo de sus ombligos una realidad que ya no existe. Porque la gente ha cambiado y ha provocado cambios que ya no tienen vuelta atrás.
Por primera vez en la Argentina moderna, la que a mí me ha tocado vivir, el poder está en su lugar. Y así como Néstor primero y Cristina después, no han dejado las convicciones en la puerta de la casa Rosada, estas convicciones le han devuelto a la casa Rosada la potestad del poder cierto y verdadero.
Donde tiene que estar.