sábado, 17 de septiembre de 2011

El crecimiento que no se quiere ver, y las razones que se ven, pero se niegan


Paraná, 3 de agosto de 2011.

Los anticuerpos que nuestro país ha generado para solventar los traspiés económicos que cíclicamente nos han castigado, han resuelto de tal manera la situación, que nos ha traído recientes sorpresas de gran importancia, al ser reconocida la gestión de Cristina Fernández de Kirchner como una de las grandes estadistas el continente, nada menos que de parte de uno de los admirados por parte de la oposición argentina: Lula Da Silva y también de su sucesora Dilma Russef.


Parece mentira a esta altura que, incluso en la publicidad política de Duhalde, por ejemplo, se mencione a Brasil como un ejemplo a seguir, mientras en Brasil admiran los sucesos que aquí son tomados menospreciativamente.
Los Estados Unidos, otrora mentor y ferviente sostenedor de las recetas del Fondo Monetario, parece caer en las redes del veneno con que el tío Sam contaminara las economías de esta parte del mundo, a través del Consenso de Washington, consenso al que las naciones hoy emergentes de la América Morena, fueron solo invitadas para aplaudir lo que fue su propia debacle.
Mercedes Marcó del Pont, presidenta del Banco Central de la República Argentina, ha declarado hace algunas horas que el proceso abierto en base a la demanda interna “genera un reaseguro muy importante para sostener el crecimiento, porque, básicamente hemos venido creciendo a partir de nuestro propio financiamiento, rompiendo la cadena de crisis, endeudamiento y nuevas crisis y generando desendeudamiento”.
“Este desendeudamiento nos quita vulnerabilidad en relación con otros países emergentes porque tenemos fuentes endógenas para seguir autofinanciando ese crecimiento”.
Por otra parte, Marcó del Pont resaltó que los que siguieron traccionando el crecimiento de la economía fueron los países en desarrollo, entre los que destacó a India y China, que siguen creciendo y son también factores de alzas en los precios de las materias primas.
Pero como “no solo de pan vive el hombre”, y tal como lo dijéramos en columnas anteriores, el conocimiento está ocupando un lugar preponderante de este crecimiento argentino, donde la demanda de productos viene atada a la demanda de inversiones específicas que elaboren esa materia prima. Ya vimos que no todo el trigo puede elaborarse a falta de molinos, que la demanda de leche en polvo no puede cubrirse por falta de industrialización de una materia prima que sobra.
Hace 50 años, Clementina fue la primera computadora científica en llegar a la Argentina. No existían entonces –por supuesto- carreras informáticas.
Hoy, la Universidad de Buenos Aires, gracias a la política agresiva implementada por el Estado a partir del 2003, con la creación del Ministerio de Educación y Trabajo, sumadas a las creaciones de los ministerios de Industria, Ciencia y Tecnología, ha hecho que el promedio de alumnos que ingresa a las carreras vinculadas a la actividad tecnológica y particularmente software se ubiquen en 18 mil al año.
Se estima, de acuerdo a esos estudios, que son 80 mil en todo el país los que cursan algún tipo de carrera cercana al software o la informática, de los cuales egresan más de 3.500 anualmente.
Sin embargo, la tasa de crecimiento del sector en materia de empleos calificados ha sido de 240%, registrándose una demanda de personales especializados del orden de los 7 mil, lo que significa el doble de los egresados de carreras afines.
Ha pasado una larga historia en estos pocos años, desde que, en la década del 90 los científicos eran peligrosos, a este presente de necesidad imperiosa de construir presente y futuro con un posicionamiento que nos hace líderes en la región en materia de crecimiento industrial, el que, por primera vez en toda la historia, supera a las exportaciones de origen agropecuario.
Y al mismo tiempo la ciencia es imprescindible para mejorar los planteles productivos; como una forma de buscar mejor trabajo para más y mejores argentinos

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