sábado, 17 de septiembre de 2011

Paradojas Dialécticas


Concepción del Uruguay, 11 de junio de 2010.
“No falta el bobalicón
nostálgico del jardín.
Pero entre todos, el ruin
es que trajo al ladrón.
Ese no tiene perdón.
Si protege sus ganancias
la decencia y la ignorancia
del pueblo son sus amores.
No encuentra causas mejores
para comprarse otra estancia”.
Alfredo Zitarroza
Por: Juan Antonio Izaguirre
El hombre, desde su más antiguo antecedente, tiene a la dialéctica y sus formas diferentes, como uno de los elementos de discusión claves para determinar la razón que proviene –genéricamente- de “ganar la discusión”.
Lejos de ser ésta una afirmación científica; aún más bien, mundana; diríamos que, pese a los esfuerzos de Hegel, Marx, Engel y otros aún anteriores, podríamos irnos hasta el pensamiento hinduista y allí encontraríamos antecedentes de quienes analizaron por qué una cosa puede cambiar para seguir siendo una misma cosa (el río es un ejemplo).
Hegel mismo, concibe la realidad como formada por opuestos que, en el conflicto inevitable que surge, engendran nuevos conceptos que, en contacto con la realidad, entran en contraposición siempre con algo. Este esquema es el que permite explicar el cambio manteniendo la identidad de cada elemento, a pesar de que el conjunto haya cambiado.
Lejos de ser esta ponencia una clase de filosofía, me he propuesto a mi pesar, tratar de desentrañar, separar, dividir, seccionar, distinguir, etc, entre los asambleístas convencidos, los asambleístas fanáticos, los que ocultan su polución ambiental, los que medran socialmente, los que pretenden quedar parados siempre aún en la tormenta (y por más que todo se caiga alrededor) y, finalmente, los que emiten su opinión de cualquier modo, con tal de achacar fuera de su problemática toda la culpa de las desgracias que (ellos dicen) les toca vivir.
Algunas realidades son incontrastables y, paradójicamente al menos en este caso, casi todas son discutibles.
Entre las realidades incontrastables podemos ubicar que, quienes propugnaron el avance hacia La Haya hoy contradicen la forma en que se fue. Uno de ellos, inclusive, se sirvió (entre otras cosas) del prestigio que le dio semejante avance y es hoy Diputado Nacional. Pero en la Haya, en realidad, perdimos.
Se ganó, sin embargo, en La Haya. En qué? En demostrar que Uruguay violó el Tratado del Río Uruguay. ¿De qué sirve ese triunfo? De nada. En definitiva, ganamos, pero como no nos sirve para nada, en realidad perdimos de nuevo.
¿Quiénes propugnaron el avance hacia La Haya? La Asamblea ambiental, quienes desde el inicio de la presentación, incluso al anunciarse el cierre del periodo de presentación de pruebas, anunciaron que si el fallo era adverso no sería aceptado. Y esto sí que es paradójico. Voy a preguntarle al vecino cómo me queda el traje… ¡Pero más vale que me diga algo lindo! Entonces? ¿Para qué le preguntaremos?
Otras paradojas que alimentan este estado dialéctico, tienen que ver con ignorar algunas cuestiones fácticas que son aún más graves que lo que se está discutiendo. Cuestiones de fondo. Como preguntarnos por qué Uruguay no puede, por sí misma, aceptar un monitoreo: Y esta verdad la saben todos y nadie la pronuncia: Botnia está en una Zona Franca, por lo tanto goza de extraterritorialidad, así las cosas, lo que pase allí dentro no pasa en territorio uruguayo sino en territorio finlandés.
Sólo un pronunciamiento conjunto de ambos países, lo que parece solo lograrse mediante la actuación de la CARU (Comisión Administradora del Río Uruguay), podría revertir esta “voluntad” y obligar al cumplimiento de esta cuestión.
Otra señal paradojal de este conflicto que no parece tener salida, es que la polución que se denuncia, provendría básicamente de los efectos causados en el aire, y los monitoreos que se proponen son todos sobre las aguas, por lo que pocos registrarían los efectos negativos que crearían (según los que estudian la materia) las condiciones para la polución en las aguas.
Nada de esto figura en el discurso moderno que parece tener la finalidad de cargar en las espaldas del gobierno nacional toda la culpa de lo que pasa.
Ni siquiera figura entre las prioridades discutir en serio la necesidad de dragar de una vez el río para permitir su navegabilidad, cuestión que los fanáticos pretenden graciosamente ver como una ventaja para una empresa que ha demostrado largamente, poder funcionar con el río seco.
Entonces, ¿para qué el corte del puente?
O, mejor que analizar por qué no cortarlo, preguntarse qué opciones tenemos para continuar con la lucha, de tal forma que obliguemos a quien tiene que tomar las decisiones, que las tome de una buena vez.
En este sentido, el Uruguay puede afirmar que no se va a permitir monitorear Botnia UPM con el puente cortado.
En realidad, si tenemos en cuenta lo mencionado más arriba acerca del territorio donde está la pastera, puede ser ésta otra mentira uruguaya en este conflicto.
Como vemos, la dialéctica, viva en las confrontaciones socráticas, viene violentamente hacia el presente en la corporeidad de un puente cortado y las razones de uno y otro lado para dejarlo como está y, al mismo tiempo, propender al levantamiento del corte.
En realidad, un corte a 200 kilómetros de donde el poder recorta sus barbas, no tiene sentido más que el testimonio que surgiría del pensamiento: “nos vamos a dejar matar para defender la vida”.
Incluso, resistir la posible represión… ¿que significaría? matar o morir, golpear o ser golpeado, etc.
Concluiremos entonces en que este “síndrome Gualeguaychu” no tiene salida lógica y que todo lo que se haga para levantar el corte va a fracasar, en la medida en que los “cortantes” no se convenzan que a nadie le hacen cosquillas sino a sus propios vecinos.
Que mucho más provechoso sería sumar todos los esfuerzos en rondar, tal  como lo hicieran madres y abuelas, en el rostro de donde reside el poder que pueda, eventualmente, cambiar la situación.
Que volver periódicamente al puente puede generar mucho más adhesión que permanecer. Que es como una forma de permanecer siempre.
Bajar del puente, no solo significaría la adhesión más concluyente, sino hacerle caer al gobierno uruguayo la carta que mantiene como una espada sobre los acuerdos, que por otra parte ya ha violado.
Bajar del puente y hacer otras manifestaciones semanales o quincenales en Buenos Aires, puede tener efectos más concretos que permanecer a la vera de un camino, explotando espasmódicamente en griteríos que acaban ni bien se van las cámaras y vuelve el silencio, volviendo con él, la indiferencia.
Sea sabio el heroico pueblo de Gualeguaychu y comprenda que el tiempo del corte, se agotó. Que todo un país mira con desasosiego una situación que no quiere, adhiriendo a la lucha pero no a las formas.
Después de todo, ya lo dijo el poeta: “No hay cosa más sin apuro, / que un pueblo haciendo la historia. / No lo seduce la gloria / ni se imagina el futuro. / Marcha con paso seguro, / calculando cada paso, / y lo que parece atraso, / suele transformarse pronto, / en COSAS QUE PARA EL TONTO, / SON CAUSA DE SU FRACASO”.

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