sábado, 17 de septiembre de 2011

Falta Poesía.

Concepción del Uruguay, 16 de febrero de 2010.

Con muchísimo orgullo hemos llegado a los dos años de la primera edición de nuestra página web, superando contratiempos derivados de la gran repercusión que ha tenido en este tiempo la actualización permanente de noticias, pero por sobre todo, por la gran participación de la gente oyente y lectora de LT11.net, a la que va nuestro agradecimiento profundo y sincero.
10 días completos sin informaciones, nos habían puesto al borde del ataque de nervios.
Nosotros, por no poder cumplir, y los lectores, porque no tenían acceso a la información básica de todos los días.
Pero aquí estamos nuevamente, volviendo por nuestros fueros, con la misma intención, con las mismas carencias que vamos supliendo en base a trabajo, aprendiendo todos los días algo nuevo para hacer o una nueva manera de hacerlo.
Esto, sin embargo, no nos impide –y más bien nos impone- observar de qué manera ve nuestra gente, a través de sus comentarios, una ciudad que se viene a menos contando con todos los elementos para ir a más, cada vez.
Notamos, habrá de perdonarse la utopía, que no estamos enamorados de nuestra ciudad.
La práctica caníbal de criticar las personas más que los hechos, nos pone en el extremo del individualismo que hemos sabido combatir y que tantos estragos ha hecho a lo largo de los tiempos.
Pero no es un individualismo filosófico el que nos afecta. Es, peor que eso, un individualismo “de facto”, algo que ha sucedido imperceptiblemente. Nos hemos dejado anestesiar nuestra capacidad de asombro.
Nos falta poesía.
Nos falta enamorarnos de la ciudad y querer que se enamore de nosotros.
Concepción del Uruguay, la de la cultura, la de los poetas, la de los ceramistas y escritores, la de Omar Scolamieri, la de Mariano López, la de Linares Cardozo. La de los soñadores humildes pero eficaces a la  hora de soñar, por participar pese a los exabruptos y las heridas de la condición económica personal.
Al contrario del antiguo inmigrante que, desprovisto de toda posibilidad, puso en marcha su obra labradora sin pensar en la Argentina “Granero del mundo” y la hizo, con el solo hecho de clavar su arado sin darse vuelta para que no se tuerza la melga, los concepcioneros hemos echado a andar cuidándonos de todo, señalando como inferiores a quienes no piensan como nosotros… y dejamos que todo tenga que hacerlo otro. Sin participar. Solo criticando y señalando personas en vez de discutir ideas.
Se me hace, por lo tanto que somos emigrantes que no hemos viajado un centímetro. Extranjeros en nuestra tierra, desterrados por propia voluntad, refugiados de nuestra actividad sin ideas, ausentes de lo que reclamamos.
Pienso en Jorge Héctor López y su sueño de Zona Franca. Hablo de Mingo Martínez y su sueño de Defensa Sur…
Hablo, mis queridos amigos, de quienes soñaron una ciudad para todos y quedaron en el camino, como mojones dormidos para siempre en señal de entrega, sacrificio y desprendimiento. Ellos no asilaron su pensamiento y dejaron su vida detrás de la alta quimera para todos.
Ubico antojadizo, una natividad para este estado sicológico del conjunto social llamado Concepción del Uruguay: El traslado de la Maternidad municipal al Hospital de Zona.
Sin discutir argumentos ochentosos, veo una señal patológica en ese hecho.
Uno de los argumentos fue que la municipalidad nunca tuvo maternidad, siendo que mi madre nació en la maternidad municipal que se ubicaba en Congreso de Tucumán y 9 de julio, solar que donara con destino a una maternidad, el entonces vicegobernador Eduardo Tibiletti, allá por 1910, tal vez, la última época de oro de “la Histórica”.
Dejando de lado ese debate y sólo como alegoría, diré que se reemplazó a la Maternidad por una residencia para ancianos. Todo un signo. Dejamos lo que viene y optamos por el pasado.
Y esa observación puede trasladarse a lo que hoy nos pasa con los niños y los adolescentes.
No nos hemos ocupado como sociedad en organizar espacios abiertos para los más pequeños, aunque esta es una ciudad que se golpea el pecho en variadas asociaciones que atienden los problemas de la minoridad.
¿A qué parque llevaríamos a nuestros niños? ¿Y a los jóvenes…? ¿Qué los hacemos? ¿Los parques deben ser atendidos por el municipio o por la sociedad? ¿Qué diferencia hay –para nosotros- entre uno (estado) y “la sociedad” (el otro)?
Casi lo mismo podríamos decir de temas tan variados como imprescindibles: el tránsito, que no se soluciona cambiando el sentido de salida de la terminal; la recolección de residuos, que se agrava con la solución “jueves” para la recolección de ramas; el agua potable, que  ya no admite más demoras para las soluciones de fondo; etc, etc, etc. (dragado, zona franca… póngale el nombre que quiera).
¿Tiene, en ese contexto, importancia el nombre del funcionario, vecino, amigo o enemigo que tenga que tomar la resolución? ¿O acaso fuera el problema lo más importante? O, tal vez, como dice mi admirado Calamaro, “no importa el problema, importa la solución”.
Es mi esperanza ciudadana, que, aún poniéndole poesía a la mala onda, no sea como también menciona Calamaro en la misma canción: “Me gustan los problemas, no existe otra explicación”.
Apuesto, en todo caso al final: “me quedo con lo poco que queda, me quedo en tu corazón”.
Sigo apostando a la poesía.
Me quedo en el corazón de mi ciudad. Problemas y soluciones incluidas…
Ojalá que, de aquí en adelante, los temas del debate diario en esta página, sean esos, los que nos interesan para los tiempos.
Con afecto y agradecimiento

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