Paraná, 7 de septiembre de 2011.
Hoy, la Presidenta estará en Entre Ríos, a través, nuevamente, de una video conferencia, esa parte del milagro tecnológico que va avanzando en nuestro país, no por la magia, ni el viento de cola, sino por la firme y azarosa caminata a paso largo que viene practicando nuestra vida argentina desde 2003 a la fecha.
Esta vez, será para poner en marcha el proceso que devolverá la dignidad al pueblo concepcionero a través de una nueva planta potabilizadora, luego de medio siglo de pedir y esperar. Y de no olvidar que, alguna vez, hacia 1991, producto de un “acuerdo” político, quedara en un cajón, para que durmiera el sueño de los justos, una licitación para estos mismos fines, lista para llamarse y transformar el entonces presente (lejano pasado ahora) de Concepción del Uruguay.
Habría que recordar y volver a recorrer aquel discurso ante la Legislatura de un Presidente devenido del incendio y motivo del voto de un escaso 22% de los argentinos, del incendio de la democracia en 2001 con el “que se vayan todos”, Kosteki y Santillán y una frustrada segunda vuelta que ya no tuvo más oportunidades. Néstor Kirchner nos marcaba entonces un camino que todavía tenemos que recorrer con dignidad y mucho esfuerzo.
La historia va pasando y pisando recuerdos que nos duelen, memorias que debemos revivir, como nos enseñaba don Alfredo “recuerdos que queman y memorias que engrandecen” y desde aquel esperanzado voto positivo, lleno de desocupados y hambrientos, desesperanzados y expectativas que hasta los que soñábamos ese país, no creíamos que pudiera llegar tan lejos, tan profundo.
Aquel 25 de mayo de 2003, un –para muchos- desconocido “pingüino”, decía en su discurso inaugural: “Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política esta es la oportunidad de la transformación, del cambio cultural y moral que demanda la hora. Cambio es el nombre del futuro. No debemos ni podemos conformarnos los argentinos con haber elegido un nuevo gobierno. No debe la dirigencia política agotar su programa en la obtención de un triunfo electoral. Sino que por el contrario, de lo que se trata es de cambiar los paradigmas desde los que se analiza el éxito o el fracaso de una dirigencia y de un país”.
Resultado de los tiempos pasados, incluso muy recientemente, hay muchos que no lo escucharon y muchos otros, lo han olvidado. Se necesita también un profundo ejercicio de análisis, para ver el camino recorrido y para acordarnos claramente cada paso que damos: “Basta ver como los países más desarrollados protegen a sus trabajadores, a sus industrias y a sus productores. Se trata, entonces, de hacer nacer una Argentina con progreso social, donde los hijos puedan aspirar a vivir mejor que su padres, sobre la base de su esfuerzo, capacidad y trabajo”, nos decía Kirchner.
Los que hablan de “viento de cola” han hecho a un lado la seguridad del camino que se emprendía en base a la igualación para arriba, de la inclusión y la devolución de derechos, como el que mañana, nos regalará a los entrerrianos la Presidenta en una nueva visita a la Provincia.
“Acortando los plazos, -apuntaba- el Estado se incorporará urgentemente como sujeto económico activo, apuntando a la terminación de las obras públicas inconclusas, la generación de trabajo genuino y la fuerte inversión en nuevas obras. No se tratará de obras faraónicas, apuntaremos más a cubrir las necesidades de vivienda y de infraestructura en sectores críticos para mejorar la calidad de vida y a perfilar un país más competitivo, distribuyendo la inversión con criterio federal y desarrollando nuestro perfil productivo”.
Es así. A medida que nos vamos acercando a la próxima meta democrática, recordar estas cosas nos deben hacer pensar, en todo caso, cuáles son los comportamientos de cada uno de los postulantes a los distintos cargos, cuáles sus paradigmas, cual su proyecto de país, de provincia o de ciudad.
Pueden ser verdad en parte, ciertas estadísticas de lo que todavía falta hacer. Muy probablemente, al hablar solo de lo hecho, daría lugar a pensar que no falta nada o que hay, en el pensamiento de los gobiernos, una certeza de que hay que sentarse a festejar.
Como se ve, redoblar el esfuerzo implica el remedio para esas recetas vacías, muchas veces firmadas “de ojito”, que algunos parecen tener y que jamás pudieron concretar cuando tuvieron la oportunidad.
En cambio, recordar qué pensábamos como proyecto cuando todo era humo de incendio, nos devolverá la certeza de que juntos, podemos.
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