sábado, 17 de septiembre de 2011

El peso de la Muerte de los que siguen naciendo.


Concepción del Uruguay, 4 de noviembre de 2010.
“…con el tiempo se nos fue para una cresta de una ola que no para de crecer hoy su cara esta en todas las remeras es un muerto que no para de nacer...¿cuál es?, kamikazes de otras almas aburridos en sus casas no se animan ni a cantar....después, alucinan que planea un heroe de otras tierras y los viene a rescatar...”
Fragmento de “La murguita del sur”, La Bersuit

Me gusta el juego de palabras de José Larralde: “A mi ver, un libro es como el cajón de un mueble… si adentro hay cosas útiles, uno lo abre a cada rato. Si adentro hay porquerías, no se abre nunca. Con las porquerías que hay afuera, alcanzan”.

Creo que la política se refleja claramente en esta idea, si fuera posible la paráfrasis.


Nadie saca nada –en definitiva y perdón por los lugares comunes- de donde previamente no guardó. Y estas cosas sirven tanto para lo bueno, como para lo malo.

Ante el gigantesco eco que viene dejando el deceso de Néstor Kirchner, vuelven a aparecer aquellas cosas que se escondieron durante años en la eficiencia de los números, cambiando el eje –una vez más- de las cosas importantes, a cambio de las cosas importantes para algunos.

Para esos que, en definitiva, nos terminaban haciendo creer; a través de sus medios de “in” comunicación, que los vaivenes de la bolsa, el famosísimo “riesgo país” (quien se acuerda hoy???) eran de vida o muerte; o que la teoría autonómica acerca del Fondo Monetario, eran una utopía más, de la izquierda retrógrada.

Vencidos ya por la reiterada afirmación del Fondo Monetario de que no es posible sancionar y mucho menos expulsar a la Argentina de ese organismo (más allá de que quien no quiere tener nada que ver con el Fondo, sea la propia Argentina), ahora inventan o pretenden inventar otras verdades, en las cuales esconder, como siempre, sus mentiras más peligrosas. La sinceridad no suele ser, en ese marco, la virtud más expandida entre los protagonistas de la política.

 Ya lo decía el uruguayo Zitarroza, “… si protegen sus ganancias, la decencia y la ignorancia del pueblo son sus amores. No encuentran causas mejores para comprar otra estancia.” Para que esto suceda, dice Don Alfredo, hace falta “el ruin, que es el que trajo al ladrón”.

 Es decir, aquellos que con sus prédicas antipopulares, son los voceros de los que prometen el derrame para la grandeza del pueblo, previo paso por el filtro de sus bolsillos. Son los gerentes de los grupos dominantes, los creadores del contenido antipopulista embarazado de privatizaciones.

Los generadores de salariazos para los más pudientes y desocupación necesaria. Impregnado de vías férreas vacías y silenciosas. De jubilados de 500 pesos, de muertos en la Plaza de Mayo y en las protestas de Paraná, que nadie olvida, pero que ellos no publican. Nada del discurso del 17 de Octubre, donde Perón hablaba de un pequeño compromiso con los trabajadores: que “aunque sea sean un poquito más felices”.

La muerte de Kirchner, entonces, cae en la espalda de quienes hicieron, de pelear contra él, su motivación vital. Hemos recibido el tremendo mensaje que los números deben responder al cumplimiento de los objetivos.

Y si los objetivos son, por ejemplo, que los trabajadores sean “un poquito más felices”, no cabe duda que no se puede ser felices conviviendo con la mentira.

Entonces, memoria, verdad y justicia. No se puede ser felices si los gerentes solo piensan en sus ganancias, condenando a la decencia ignorante, cuando no al olvido y al hambre a los que debieran recibir dignidad. Símbolos nuevos para un tiempo nuevo de verdad. Eso es lo que cae sobre los discursos de los analistas del establishment.

La anécdota de Néstor, explicando que los cuadros que se descolgaron en el Colegio Militar de la Nación (lugar de formación de la nueva oficialidad, otro símbolo) no eran las imágenes de dos ex – jefes, sino las de dos asesinos, secuestradores y apropiadores de niños, enmarca una intención profunda de volver a las raíces verdaderas de donde nace y se alimenta el conjunto social, ya no de Argentina, sino de la América toda.

El ejemplo, el símbolo, es el lugar vacío en la pared. Hay que llenarlo. Y hay que llenarlo de generales probos y entregados a cumplir el mandato del pueblo. El único soberano. Y si, finalmente, el gran símbolo que nos queda, es la verdad, dicha serenamente.

 Proponer el debate dejando abierta la posibilidad de que el otro se exprese de la misma manera. Por eso, tal vez porque soy entrerriano y me siento amigo del Senador Guastavino, me pareció, con una innegable esperanza, que algunas cosas van a seguir poniéndose en su lugar.

“No puedo rendirle un homenaje a Néstor Kirchner con Usted sentado en ese sillón” le rugió al usurpador vicepresidente, con una serenidad tal, que la única respuesta que encontró el “nopositivista” fue un vergonzoso silencio. Vergonzoso y vergonzante.

 Ni siquiera la dignidad de enmarcar esa escueta pero dura verdad en el dolor de la despedida de un amigo de Kirchner en las desgracias, de un hermano de un desaparecido, tal es Guillermo Pedro Guastavino, senador entrerriano.

Vuelvo al cajón de la esperanza, donde siempre hay cosas útiles, después de descubrir que el cajón del derrame está derramando porquería y con las porquerías que hay afuera, alcanzan. Con sorpresa, veo que, en el fondo, como esperando ser rescatada, está la utopía.

He vuelto a creer que es posible rescatar del olvido las verdades, sobre las cuales, ahora sí, podrá edificarse el futuro. Y que ahora sí puedo creer en que mis hijos y mis nietas, caminarán por un país mejor.

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