Paraná, 26 de julio de 2011.
Según explican los veterinarios –e incluso (no se ría) la psiquiatría canina-, la acción de perseguirse o morderse la propia cola es un comportamiento compulsivo. Es un comportamiento visto sobretodo en cachorros que se han aislado o separado de la manada.
Es un comportamiento que va desapareciendo a medida que el perro va creciendo, no obstante, puede permanecer si el perro no tiene suficientes estímulos o se aburre. Lo que empieza como un hábito divertido y gracioso puede convertirse en una señal indicativa de que no le prestan las atenciones necesarias y que necesita más estímulos mentales, como por ejemplo el adiestramiento de obediencia o enseñarle habilidades caninas.
Estos comportamientos ocurren por estos días en algunos analistas políticos de diverso origen observando los resultaos electorales en Capital Federal o Santa Fe.
Más allá de los evidentes traspiés con sabor a derrota, no todo es lo que parece juzgando con ojos clarinescos y nacionales.
No se puede discutir seriamente la diferencia de 20 puntos con que Macri vapuleó a Filmus, pero donde el frente para la victoria colocó 11 legisladores contra 3 que tenía. Ni esconder detrás de la cabellera de un pelado la victimización de Rossi que hiciera, no ya Binner y su pírrico y escasísimo triunfo, sino el propio justicialismo santafecino. El mismo justicialismo que, unido, logró 19 municipios en contra de ninguno del PRO, o el que, unido, logró la mayoría absoluta en la legislatura provincial, lo que diluye prácticamente a la derrota al presunto triunfo del socialista.
Mientras tanto, los que quieren sacar partido de esta derrota ejecutiva y los que desean servir a sus contratantes, comparan la elección santafecina con la crisis agropecuaria, o adjudicarle algún tipo de maniobra espuria a las encuestadoras (los mismos que se enojan cuando el gobierno nacional sanciona a los que se exceden en sus mecanismos de propagación), como si la victimización y la autoflagelación le fuera a rendir algún tipo de triunfo a priori.
“La calumnia, el insulto y la diatriba son atributos que se rinden a un merito o a un valor” Carta de Perón a Jorge Antonio, Caracas, 9 de junio de 1957.
Quién sabe cuántos que recitan a Perón de memoria han razonado acerca de esta verdad que les duele en su propia carne, pero el deseo profundo que en realidad pregonan, es el modelo de liderazgo negativo, ése que victimizó a Rossi y que Evita vomitara desde sus discursos por actitud mediocre: no importa quien gane, el tema es que pueda leerse que “fulano” ha perdido.
Tener razón pasa a ser más importante que iluminar un proyecto abarcativo y se cae en la tentacion de “Bancar” actitudes de liderazgos negativos que suelen ser el precedentes anunciadores de una traición a sí mismos.
No se tiene en claro la diferencia entre proyecto político y resultados electorales, ya que la convicción acostumbra a tener el mérito de sobrevivir a la coyuntura. Es más, los resultados electorales emergen (veamos la historia de las terceras fuerzas en nuestro país) como circunstancias temporales. En cambio las construcciones políticas están regidas siempre por los hechos nuevos, los cambios culturales y la sublime invasión del sentimiento por sobre la mera especulación electoral para lograr “tener razón”.
El debate virtual entre Tecnópolis o La rural, no se trata entonces de una competencia por cantidad de visitantes, sino entre el pasado y el futuro! La producción de alimentos de la que se sirven las 3000 familias ricas de siempre, o la producción de tecnología que alimenta muchas más familias no solo con alimentos para el cuerpo, sino de alimentos para el conocimiento. Y favorece aùn la actividad agropercuaria.
Alvin Toffler para los años 90 definía al poder como un brazo con 3 elementos: La fuerza bruta, aquella que se necesita para la dominación, que tiene el límite de dejar vivir al sujeto de la dominación. El dinero, que tiene el límite de toda billetera, las más llena, se vacía. Y el conocimiento. Cuando más se da, cuanto más se comparte, más se tiene.
De eso se trata el poder, pero hay muchos que siguen pensando en pasado.
Por lo tanto, estas conductas atávicas, como morderse la cola, encadenadas a viejas prácticas que alguna vez dieron resultado, al ignorar los condimentos nuevos de esta etapa del país, donde la gente siente que por fin, parangonando al Martín Fierro “vino una criolla a mandar”, es difícil no advertir entre la propuesta y el resultadismo, ese juguete que comenzó haciendo reír y hoy se ha convertido en una conducta patológica, cuya misión no es hacer reír, sino distraer, engañar y fabricar hologramas para esconder (o justificar, en todo caso) la actitud indiferente de quien ya no escucha cantos de sirena.
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